Una niña perdida obedece a voces misteriosas y alerta a la policía2 min de lectura

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Los transeúntes se fijaron en una niña sola en la calle y avisaron a la policía: la pequeña le dijo al agente que unas voces le habían ordenado marcharse y señaló una casa al final de la calle. 😱😱

Al principio, nadie supo de dónde había salido. Una niña de unos seis años, vestida con un blanco traje de fiesta, como recién llegada de una celebración, permanecía inmóvil en la acera.

La gente se detenía. Unos le ofrecían agua, otros hablaban de llamar a servicios sociales. La niña parecía bien cuidada, nada que ver con un caso de abandono. Pero permanecía en silencio hasta que, finalmente, murmuró:

—Oí voces…

Eso alertó a los presentes. Alguien llamó a la policía.

Quince minutos después, llegó un sargento, joven pero con mirada cansada. Se agachó junto a la niña y le habló con suavidad:

—Hola, ¿cómo te llamas? ¿Dónde están tus padres? ¿Por qué estás aquí sola?

La niña lo miró y respondió en un susurro:

—Las voces me dijeron que saliera de casa.

—¿Qué voces, cariño?

El agente sintió un escalofrío al escuchar lo que la pequeña decía. 😱😨

—No las vi. Estaba tras la puerta… Primero hubo un ruido fuerte. Luego, las voces dijeron: «Vete. O serás un cadáver.»

Calló un instante y añadió:

—Señor, ¿qué es un cadáver?

El policía se heló.

—¿Dónde vives? —preguntó, conteniendo el temblor de su voz.

La niña extendió el brazo y señaló una casa al final de la calle. Una vivienda normal, con jardín, cortinas cerradas. Tranquila, cuidada.

El sargento entró. La puerta estaba entreabierta.

Dio unos pasos y se detuvo.

En el salón yacía una mujer. Pálida, sin aliento, sin pulso. No hacían falta explicaciones.

Más tarde se supo: el padre, en un arranque de ira, había matado a su esposa. Al oír los gritos, la niña corrió hacia la habitación, pero no entró. Entonces, una voz—la de su padre—, entre el pánico, le susurró:

—Vete. Escapa de aquí. Ahora.

Intentó protegerla, evitando que viera aquello. No sabía que, de algún modo, ella lo sentiría igual.

Salió. Sola. Con su vestido blanco. Hacia la calle, hacia desconocidos que pudieran escucharla.

Y se salvó. De su propio padre, quien debió ser su mayor protector.

**Lección:** A veces, el miedo nos empuja hacia donde debemos estar, incluso si es lejos de quienes juraron cuidarnos.

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